domingo, 14 de noviembre de 2010

Origen mitológico de Roma


Cuenta la leyenda que el rey Numitor de Alba Longa fue destronado y desterrado por su hermano Amulio, el cual procedió a matar a todos sus sobrinos con excepción de una única mujer: Rea Silvia. Con el único propósito de que esta no tuviera descendencia, la obligó a dedicarse al culto de Vesta (en lo que posteriormente llamaríamos la “Casa de las Vestares”).
Un día, Rea Silvia se quedo dormida en la orilla de un arroyo. Tiene la suerte (mala o buena, depende de por dónde se mire) de ser vista por un Dios, que cae profundamente enamorado de ella: el Dios Marte, que la deja embarazada. De esta unión nacieron los gemelos Rómulo y Remo.
A sabiendas de que si su tío se enteraba del hecho los mataría, Rea puso a los recién nacidos en una cesta y la dejó en el río Tíber. La cesta se cruzó en el camino de la loba Luperca, que los amamantó hasta que se hicieron autosuficientes.

Marte se da cuenta que los niños necesitan cariño humano, y cruzará a unos pastores en el destino de Rómulo y Remo, con el fin de que los adopten. Éstos son Fáustulo y Laurencia, los que los bautizaron con los nombres de Rómulo y Remo, que tras un cierto tiempo, se convertieron en bandoleros.
Tras derrocar a Amulio y llevar acabo su venganza, Rómulo y Remo toman caminos distintos: Remo se dirigió al monte Aventino, y Rómulo a la colina del Palatino. Rómulo es finalmente elegido por los dioses para formar una nueva ciudad, por lo que comienza a demarcar la ciudad y establece las líneas que la delimitan. El fundador de la ciudad prometió matar a cualquiera que pasará los límites de su ciudad; su hermano tentó a la suerte, y Rómulo finalmente cumplió con su promesa, matándolo de una estocada en el corazón. En honor a su hermano muerto, Rómulo bautizará su nueva ciudad con el nombre de Roma.
Los primeros habitantes fueron todos hombres. Por ello, muy inteligentemente, Rómulo organizó unas pruebas deportivas a las que invitó a la población vecina de Sabina. Aprovechó esta ocasión para raptar a las mujeres (lo que conocemos como Rapto de las Sabinas) y los hombres de esta ciudad decidieron rescatarlas. Rómulo pactó con el rey sabino Tito Tacio una diarquía hasta la muerte de este último, y quedó finalmente como único rey de Roma.

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